La República Dominicana es uno de los países de Latinoamérica cuyo Producto Interno Bruto (PIB) ha crecido más en los últimos 40 años. No obstante, sus índices de desigualdad del ingreso reflejan ser de los más altos de la región. En efecto, los indicadores económicos revelan que la riqueza producida no ha tenido un rostro humano; más bien se ha diluido ante los ojos de muchos que la forjaron, quedándose en las manos de unos pocos que la han administrado. Una de las causas por la que dicho crecimiento económico no ha impactado en la mayoría de la población se debe a que quienes han dirigido la administración pública conciben el crecimiento económico como un fin y no como un medio para generar bienestar colectivo; y por tanto, no han desarrollado políticas distributivas del ingreso orientadas a reducir las desigualdades socioeconómicas de la población.
Solo basta observar y escuchar los diversos reclamos de ciudadanos de clase media, quienes sienten que se han empobrecido o van rumbo a ello, a pesar de haber contribuido religiosamente con el pago de sus impuestos, y en ocasiones haber realizado sus inversiones, ya sean grandes o modestas, tratando de ingresar recursos extras para su sostenibilidad económica. O aquellos ciudadanos sumergidos en la pobreza, que no se han dado cuenta de que han descendido a una subclase de la pobreza llamada indigencia. O aquel exclusivo grupo de ciudadanos ricos, que han hecho fortuna de manera honesta y han sido desplazados en el ranking de los acaudalados por ciudadanos a quienes nunca se les conoció fortuna, ni herencia empresarial alguna, pero que ahora son los nuevos ricos del país. Por otro lado, hemos visto también como el casco urbano se ha amurallado concéntricamente con grandes edificaciones como resultado de un crecimiento económico que aunque es necesario, no es suficiente para que la mayoría de los dominicanos puedan afirmar que su calidad de vida ha mejorado.
De acuerdo con las estadísticas del Banco Mundial sobre la República Dominicana, el coeficiente de Gini —que se utiliza como una medida de la desigualdad en la distribución del ingreso— no ha variado en una décima desde hace más de 15 años. Eso significa que la composición social del ingreso se ha mantenido prácticamente estática, y que segmentos importantes de la población no han percibido el impacto del crecimiento económico logrado y publicitado en los últimos años. Diversas conjeturas pueden realizarse ante esta situación, una de ellas es que las políticas redistributivas ejecutadas no han sido fruto de un entendimiento del crecimiento económico y desigualdad del ingreso, de tal manera que pudieran haberse orientado a dar respuestas a las necesidades más acuciantes de la sociedad dominicana. Es decir, al parecer dicho crecimiento económico es uno de tipo de capital intensivo, el cual no genera empleos productivos, y en el que la inversión no reporta retornos tangibles directos y de corte social.