5.09.2009

REFLEXIONES POLITICAS (5)

Los dominicanos y dominicanas, al igual que los ciudadanos de cualquier nación del mundo, merecen oportunidades para crecer. Y las oportunidades no surgen de la casualidad: han de ser creadas.

Cuando el 31 de enero de 1999 recibí el Premio Nacional de la Juventud, otorgado a diez jóvenes sobresalientes, entendí que esa premiación era un estímulo para que jóvenes con cierto talento se desarrollaran y contribuyeran con su país en el futuro. En ese grupo se encontraban Juana Arrendell, campeona panamericana de salto alto; Wanda Rijo, campeona panamericana de levantamiento de pesas, y Nuris Arias, campeona panamericana de voleibol femenino.

Otros éramos menos conocidos, pero en nuestras comunidades y áreas de acción teníamos un cierto reconocimiento.

Tal es el caso de Mitzi Santana, una joven valiosa de San José de Ocoa, locutora y trabajadora comunitaria. Años más tarde de la entrega del premio me encontré con ella, la misma joven sobresaliente, pero en esa ocasión necesitando ayuda para tratar asuntos críticos de salud, y desconcertada al ver cómo todas las puertas se cerraban a su paso.

¿Cuántos casos de jóvenes valiosos ha de registrar la historia parecidos al de Mitzi Santana? Miles. Pero, ¿dónde se encuentran las políticas de juventud para dar respuestas a casos como este? ¡Tenemos que construirlas!

Cada joven dominicano es una mina por explorar. Debemos abrirles los caminos para que se desarrollen y elijan la forma que crean pertinente para ayudar su país.
Así como los jóvenes necesitan oportunidades. También los niños que deambulan por las calles, los adultos mayores, las mujeres y los hombres desamparados por las políticas públicas orientadas a dar respuestas a sus necesidades como seres humanos.

A diario estamos sometidos a una tortura deshumanizada de la realidad dominicana. Los golpes, fruto de esa tortura, pretenden insensibilizarnos. Es una descarnizada forma de hacernos cómplices sociales ante nuestra impotencia y débil empoderamiento social. El oportunismo y la ley del poder, más que el poder de la ley, asumen el control de la sociedad.

La pobreza que nos arropa es desgarrante, real y palpable en zonas urbanas y rurales. Si bien es cierto que es una pobreza definida por la carencia de lo material para acceder a las necesidades básicas del ser humano, esta tiene un
alto componente subjetivo muy peligroso: la desesperanza resultante de las promesas insatisfechas, contribuyentes en la germinación de un amor por lo propio muy bajo.

Me preocupa el espectro político dominicano desde el punto de vista ideológico. La realidad nos indica que el ejercicio político se orienta cada vez más hacia el pragmatismo primitivo, alejándose bastante de las ideologías políticas progresistas y de vanguardia necesarias para la orientación y conducción del Estado.

Los partidos políticos nacionales son el reflejo más fehaciente del espectro social. Sabemos que en ellos existen hombres y mujeres muy valiosos, con la capacidad necesaria para sumarse al esfuerzo trascendental de conducir la República Dominicana por los postulados reales de la justicia social y el bienestar económico que tanto necesitamos.

1 comment:

Comunidad Periodística Villa con Voz said...

Tienes mucha razón, una cantidad de jóvenes sobresalietes, pero, con la desgracia de no tener el apellido que le garantice las oportunidades de crecer.